Los musulmanes estadounidenses están empezando a dejar su huella en una sociedad en conflicto. Hay más musulmanes que judíos en los Estados Unidos, actualmente unas 5 millones de personas. Se trata de una de las más diversas comunidades de todos los creyentes de Norteamérica, el 35% de ellos nacidos en los Estados Unidos (el 25% son afro-americanos), el resto son inmigrantes del sudeste de Asia, África y Oriente Medio. Tradicionalmente han votado a los Republicanos, pero ahora se dirigen hacia le partido Demócrata y hacia los Verdes en los últimos años.

Ibrahim Abdul-Matin es hijo de unos negros conversos, criándose en Nueva York, un dinamizador social ahora asesor de medio ambiente en Nueva York del alcalde Michael Bloomberg. Su libro sobre el Islam y el medio ambiente -Deen Green- es una estimulante visión de la situación del medio ambiente en los Estados Unidos y de cómo los musulmanes estadounidenses están recogiendo estas ideas, pero desde su propia y original perspectiva.

Abdul-Matin percibe la debilidad del movimiento ecologista de hoy desde un enfoque secular, y los problemas legales: aprobación de leyes, frenar las prácticas destructivas de las empresas y de los consumidores, y el respeto por el medio ambiente.

Pero esto, como se muestra aquí, no es suficiente. Se hace énfasis en cómo el Islam transmite la idea de un Creador que da “a la Humanidad la oportunidad de ser una con un propósito común”, para volver a los principios éticos en nuestra vida cotidiana. Señala los 6 principios que subyacen en el Islam, y muestra cómo se produce nuestra relación con el medio ambiente:

  • Comprensión de la Unicidad de Dios y su creación (tawhid)
  • Ver los signos de Dios (ayat) en todas partes
  • Ser un servidor (jalifa) de la tierra
  • Honrar la confianza que tenemos con Dios (amana) como protectores del planeta
  • Avanzar hacia la justicia
  • Vivir en equilibrio con la naturaleza (Mizan)

Denn o din significa religión en árabe, y se utiliza en el Corán para referirse tanto al cumplimiento por parte de los musulmanes de la ley divina (sharia), como al juicio y la recompensa, que toda la humanidad, inevitablemente, debe hacer frente , sin intermediarios, ante Dios. La palabra deriva probablemente de la religión zoroástrica persa, del concepto de Daena – visión, Ley Eterna. En hebreo significa ley o sentencia. En el Islam, la palabra implica una manera de entender la vida de acuerdo con un propósito divino, tal como se expresa en el Corán y los hadith (http://es.wikipedia.org/wiki/Ahle_Hadith)

El autor recuerda una experiencia que tuvo en su niñez, cuando caminaba por la Montaña del oso cerca de Nueva York, su primera salida a lo agreste. Vio como su padre se retiró a un lugar del bosque a rezar, diciendo: “La Tierra es una mezquita”. Había considerado otras religiones en su juventud, pero reafirmó la decisión de su padre de seguir el deen, “una tradición viva que es nutritiva espiritualmente e intelectualmente coherente”.

Para Abdul-Matin no hay conflicto entre religión y ciencia – lo seres humanos son lo mejor de la creación divina, y como administradores están bendecidos con la inteligencia y la razón, teniendo una responsabilidad hacia el resto de la Creación. Se detiene en un versículo: “La corrupción ha hecho su aparición en la tierra y en el mar por las manos de los seres humanos que la han forjado”, como prueba de que Dios advirtió sobre los posibles efectos nocivos para el planeta, “una muestra de las consecuencias de la destrucción, que tal vez se convierta en el camino de una correcta orientación”. (Corán 30:41) En esta sura, Los Romanos, Dios advierte que la humanidad no debe perturbar el equilibrio de la Naturaleza.

Deen Verde es una refrescante mezcla de teoría y práctica . La preocupación por la Mizan se observa en : “¿De dónde viene la basura? ¿A dónde va? ¿Cómo se puede participar activamente en hacer del mundo un lugar limpio, un lugar menos tóxico?

El Ayat está en todas partes: “He puesto a vuestro servicio el sol y la luna, ambos siguen con diligencia su curso, durante el día y la noche”. (Corán 14:32-3) Mientras que un obstinado científico podría descartar esta licencia poética que el autor interpreta como que el ayat que nos ayuda todos los días, lo que nos permite movernos, dándonos calor y luz, el tiempo de descanso y el tiempo para trabajar. “Para todo hay un tiempo” es la expresión del Eclesiastés, sobre esta verdad.

Hay que dejar de usar “las energías del infierno” y el petróleo, este último asociado a las guerra de hoy en día, devastador en su función y huella ecológica, traicionando tanto al Califa y a amana (N.del T.: Se llama en árabe AMANA a un secreto que Al-lâh ha depositado en el ser humano). Hay que utilizar las “energías del cielo” -energías solar y eólica. También se podría haber mencionado la madera, que se puede quemar de manera eficiente y produce residuos reciclables. (Para un Califa no existen los residuos).

Para alguien con una visión secular del mundo, todo esto es muy relevante. En los dos últimos siglos, la ciencia se ha reducido a la búsqueda de una tecnología sin vida. No hay poesía en esto, sólo dinero y la novedad. Es la poesía del Corán, la pintoresca creencia de que la naturaleza está sujeta a los seres humanos, que es lo que se precisa para introducir la moralidad en nuestras vidas, ya sean religiosas o seculares, dada nuestra desconexión con la Naturaleza.

El autor ofrece un breve resumen del desarrollo de la conciencia ecológica, a partir de la obra del presidente Theodore Roosevelt, que en cierto sentido se le reconoce su papel como califa, ya que configuró un sistema de parques nacionales a principios del siglo XX, por la que los seres humanos mantuvieron relación con la Naturaleza a través del diálogo político en los Estados Unidos. En siguiente paso se produjo en la década de 1950, cuando el sueño americano, que cautivó la imaginación del mundo, estuvo acompañado por un descenso repentino en la población de aves y un gran aumento en las tasas de cáncer.

La comprensión de que el crecimiento no estuvo exento de “economías externas” comenzó con una movilización popular para que se regulase el uso de los productos tóxicos. En la década de 1960, el movimiento por los derechos civiles pretendían hacer desaparecer las marginación de ciertas comunidades sobre esta base. Ahora el problema generalizado es el del calentamiento global, todos debemos transformar nuestro estilo de vida, ya que todos formamos parte de comunidades “marginadas”.

Estos acontecimientos reflejan los principios recogidos en Denn Verde. “Los movimientos en defensa del medio pueden ser vistos como un intento de restablecer el equilibrio y la justicia en la Tierra después de la destrucción causada por el consumismo”, que es el resultado de una obsesión con la creación, producción y búsqueda de la autoestima a través del consumo.

Este es el corazón del problema para el autor, el resultado de los sistemas económicos del siglo XX – tanto capitalistas como socialistas, según el autor-, que nos reducen a unidades de producción. “Para nosotros sólo resulta relevante lo que podemos crear”. Por el contrario, en el Islam se enseña que “venimos con un valor intrínseco. Somos también una aleya de Alá y no es necesario consumir o creer que esto es lo que vale la pena”.

***

El análisis del autor se detiene en este punto. Se puede decir que es limitado, teniendo en cuenta los sesgos de Norteamérica, condenando tanto al socialismo como al capitalismo, comportándose como un típico policía norteamericano, cuando el socialismo es el intento de reintroducir la moral laica en la economía, para cumplir con los seis principios que subyacen en el Islam – sin Dios.

El socialismo nunca ha tenido la oportunidad de tratar el dilema del consumo excesivo; el sistema, si lo identificamos con la Unión Soviética, nunca se permitió muchos lujos, siempre luchando por la supervivencia en la faz de un poderoso mundo capitalista. Cuba es el único remanente de este experimento socialista y tiene un historial mucho más respetuoso con el medio que Occidente. Abdul-Matin no hace mención a los intentos seculares para encontrar la mizan a pesar de que resulta alentador seguir sus recomendaciones: jardines urbanos, energía solar, uso de la bicicleta, caminar, pero sobre todo, hacer todo con menos.

El Islam tiene mucho en común con el socialismo, una comparación que Abdul Matin realiza implícitamente al principio de la justicia(adl) -justicia social. Umm Kholthum se refiere audazmente al profeta Mahoma como “el imán del socialismo”. Aisha, la esposa del Profeta, dijo que “se quita los piojos de la ropa, ordeña sus cabras, y todo el trabajo lo realiza él mismo”. No hay necesidad de explotar a los demás para satisfacen las propias necesidades.

El autor no puede ocultar sus inclinaciones socialistas del todo – los empleos verdes (minimizando los insumos, la producción, el respeto del medio ) deben estar vinculados a la justicia(adl), justicia e igualdad, o simplemente perpetuando las actuales injusticias -. El agua no debe ser considerado con fines de lucro. El famoso hadith sobre Uthman en la compra de un bien sin la producción de desechos, es una respuesta a la llamada del Profeta.

El autor también esquiva la cuestión del neocolonialismo, sin tener en cuenta las colonias liberadas durante el siglo XX en la fase post-colonial, aunque con el sufrimiento producido por el “control económico de las multinacionales”. Pasa de puntillas por el campo minado de la cuestión ideológica en los Estados Unidos: Norteamérica es un ogro imperial, un gran desperdicio, causando enormes estragos en el mundo, cosa que tampoco hace acto de presencia. Tampoco los mayores contaminadores del mundo, los militares de EE.UU. Si vemos “Avatar” comprobaremos que no hay nada post después del post-colonialismo.

Las sociedades tradicionales no eran consumistas. Su filosofía era la de comer para vivir, no vivir para comer, que es lo que hacemos hoy en día. El desprecio occidental por lo “primitivo” destruye intrínsecamente esa sabiduría natural.

En la defensa que hace Abdul Matin del Islam se afirma implícitamente esta sabiduría, que no es exclusiva del Islam. El Islam conserva el mensaje original de hace 15 siglos, no habiendo sido borrado, como lo han hecho otros monoteísmos, que con tanto éxito se han incorporado al mundo moderno. Es un ejemplo fascinante de cómo el Islam puede ser practicado en el mundo moderno de nuevas maneras. La comunidad musulmana de Chiapas, México, vive fuera de los conglomerados, en granjas ecológicas, con pocos coches, paneles solares fabricados con chatarra, secando los frutos al sol. Han descubierto la relevancia de ir hacia atrás, otra manera de vivir sin las necesidades actuales, dando a la “civilización” un nuevo significado.

La raíz del problema no está solamente en el exceso de consumo, sino en la colonización del mundo, que destruyó y destruye las culturas basadas en la religión, con sus verdades morales y el respeto a la naturaleza. En lugar de ¿Cuál es el precio justo?, la pregunta sería: ¿ Cómo puedo escapar? Esta libertad negativa (libertad de hacer cualquier cosa sujeta a las limitaciones) ha ocupado el lugar de la libertad positiva (la libertad que se define por la comprensión y la voluntad de seguir de acuerdo con la ley divina), que se recoge en la religión.

Las diferentes etapas de la conciencia ambiental en Occidente han tratado de superarlo mediante la normativa, a través de la resistencia popular – los movimientos comunitarios y de base religiosa. El paso siguiente, según el autor, será un movimiento por la justicia ambiental, que llega lentamente como “una respuesta a la desconexión entre las personas y el planeta”, debiéndose incorporar los principios descritos.

El autor habla con entusiasmo de la “red inteligente” y otros sistemas de autorregulación, que utilizan equipos de seguimiento y retroalimentación para ajustar los distintos componentes de los sistemas ambientales (temperatura, calidad del aire, uso de energía), según la situación y las necesidades. Eso está muy bien. ¿Pero estamos siendo sólo consumidores, aunque más cuidadosos con nuestra huella ecológica?

El sesgo intrínseco del autor está relacionado con un estilo de vida: el consumo responsable, pero se consume. No mover el barco. En ninguna parte el autor, frente a la lógica económica que subyace bajo el colonialismo y su tendencia al consumismo – la maximización de los excedentes, los beneficios- sin que necesitemos este exceso material. Mientras que se ponen los beneficios en un pedestal, hay una lógica destructiva para socavar el equilibrio ecológico.

Que no haya cambio en lo forjado por Dios, que es la religión verdadera. Pero la mayoría de los hombres no lo entienden” (Corán 30:30). La aleya nos llama a reducir los excedentes que se extraen de la naturaleza en forma de beneficios. “Deja las cosas como estaban”. A medida que los expertos de la economía y de la naturaleza lo hagan, debemos maximizar algo que valga la pena, como la eficiencia en la producción, los empleos verdes, el uso de la energía renovable, tener un aire limpio. En su cuidado por no pisar los callos de la Norteamérica capitalista, el autor olvida conocimientos relevantes y sorprendentes que posee el Islam: buscar el equilibrio, reducir al mínimo el consumo.

Esa es la verdad que se esconde, tanto en las mentes de los musulmanes y los no musulmanes, religiosos y lacios por igual. Estamos siendo testigos de la negligencia con el medio ambiente en las sociedades occidentalizadas musulmanas, como la de Egipto, Arabia Saudí y los Estados del Golfo. En El Cairo, los gases de los tubos de escape lo llenan todo, las calles están llenas de basura, se usa de forma irracional y se tira el plástico, se usa indebidamente el agua – este comportamiento sorprende a los extranjeros, que tienen una mayor conciencia ambiental. Lamentablemente, los musulmanes tienen que ponerse al día en este aspecto negativo.

Al abandonar el socialismo, abrazando el neoliberalismo occidental, Egipto perdió lo poco ( de socialista, antiimperialista) que de moral mantenía, uniendo a la sociedad, una moral que surgía profunda y sinceramente como una respuesta de la gente común. Es cierto, el experimento socialista de Egipto fue defectuoso. Sufría de paranoia – mantener el poder frente a las intrigas de la Guerra Fría y las dificultades de incorporar las grandes verdades del Islam en un movimiento en gran parte secular- que finalmente fue derrotado. No había ningún camino fácil que seguir. El carácter lacio del socialismo era un gran escollo que finalmente le hizo caer.

Tal vez los nuevos puntos que señala Abdul- Matin, surgidos en los movimientos ecologistas de occidente, den inspiración al Islam, de modo que Oriente y occidente trabajen juntos para revivir al paciente. Una similar confluencia de activistas de Occidente y el mundo musulmán está tratando de curar los efectos del veneno que infecta Oriente Medio – la negativa de Israel a entrar en razón y hacer la paz con sus vecinos. Los occidentales interesados en las actividades cotidianas están ansiosos por encontrar aliados musulmanes, que no necesiten convencerse de los perjuicios producidos por el colonialismo, cuando se trata de crear un Gran Israel. Por lo tanto Oriente y Occidente, si se dan cuenta que detrás de la mentalidad del colonialismo también se encuentra una crisis ecológica, lo siguiente es dar un paso hacia adelante.

El autor imagina otro apagón eléctrico, como ocurrió recientemente en el año 2003, y se imagina las casas de culto fuera de la red, “faros de brillante luz en un mar de oscuridad”.

Eric Walberg es un periodista que trabajaba en Uzbekistán y ahora escribe para Al-Ahram, de El Cairo. Visite su página web: http://ericwalberg.com/

Nota del traductor:

* Din, también anglicanizado como Deen) es una palabra árabe, por lo general traducida como ” religión”, pero también como “modo de vivir”, sobre todo refiriéndose al Islam. No es, sin embargo, exclusiva del Islam, los cristianos también lo usan para referirse a su religión y a las religiones en general.

http://noticiasdeabajo.wordpress.com/2011/01/14/ecologia-e-islam-resena-de-%E2%80%9Cdeen-verde%E2%80%9D-de-abdul-matin-2010/

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Canadian Eric Walberg is known worldwide as a journalist specializing in the Middle East, Central Asia and Russia. A graduate of University of Toronto and Cambridge in economics, he has been writing on East-West relations since the 1980s.

He has lived in both the Soviet Union and Russia, and then Uzbekistan, as a UN adviser, writer, translator and lecturer. Presently a writer for the foremost Cairo newspaper, Al Ahram, he is also a regular contributor to Counterpunch, Dissident Voice, Global Research, Al-Jazeerah and Turkish Weekly, and is a commentator on Voice of the Cape radio.

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