Cuando los precios del petróleo aumentan, los países se piensan dos veces antes de ampliar el número de centrales nucleares, así que deberíamos tener cuidado a dónde se señala con el dedo, dice Eric Walberg.

El accidente nuclear de Japón, que ha deparado en la fusión parcial del núcleo de algunos reactores en Fukushima, ha puesto a la orden del día los peligros de la energía nuclear. Desde el principio, ha quedado claro que una defensa sin cortapisas de la energía nuclear es una ecología destructiva. La división del átomo ( o peor, la fisión de los átomos) produce un intenso calor y radiación, y deja residuos radiactivos tóxicos que permanecen activos durante 10.000 años o más.

 

Pero ninguna de las aproximadamente 18.000 muertes producidas por el terremoto de Japón y el tsunami se han debido a la radiación nuclear, aunque la exposición a largo plazo a altos niveles de radiación en aquella zona puede producir un ligero aumento en los casos de cáncer.

La energía nuclear tiene un fuerte argumento ecológico a su favor si la comparamos con el uso de los hidrocarburos. Pero usar tal tecnología letal para que una bombilla brille, caliente una casa o recargue una batería, es como matar una mosca a cañonazos. Yo sugeriría el uso de otras energías, como la eólica o solar, la térmica, aprovechando el calor que el sol transmite a la tierra o el movimiento del aire, con muchos menos efectos secundarios.

La defensa de la energía nuclear nunca se hizo en base a un suministro seguro y a una energía limpia. Se justificaba sobre una la misma base tecnológica, que fue desarrollada durante la Segunda Guerra Mundial para producir armas de destrucción masiva (WMDs).

Hacer un pacto con el diablo no es bueno desde el punto de vista político. Los defensores tempranos de la energía nuclear, dirigidos por Albert Einstein, quedaron horrorizados cuando Estados Unidos dejó caer dos bombas nucleares contra la población civil de Japón, matando a cientos de miles de personas inocentes. Se produjo un lamento, pero ya era demasiado tarde. Un puñado de líderes del club de la elite nuclear ( sin incluir a Irán) pueden destruir el planeta entero cientos de veces.

También quedó claro desde el principio que el uso civil de la tecnología nuclear también era letal, siendo el problema principal qué hacer con los residuos tóxicos. La actual crisis en Japón no se debe solamente a las fusiones accidentales de los reactores, sino el problema que representan las toneladas de barras de combustible gastado, que irónicamente no sólo son tóxicas, sino que siguen emitiendo tanto calor que evapora el agua de refrigeración más rápidamente que el agua que se las puede proporcionar.

Estos peligros se conocían desde el principio y ya desde los años 1960 se produjo un movimiento crítico para desechar el uso de la energía nuclear tanto con objetivos pacíficos como militares.

El principal competidor de la energía nuclear es el petróleo, las grandes compañías petrolíferas, que no tenían ningún problema con las armas nucleares, pero que no se mostraban muy contentas de que alguien les quitase una parte del consumo de energía. La energía nuclear no quedaba bajo su control, requiriendo la participación del Gobierno y la regulación de la Industria. Su uso creciente dejaría a las grandes compañías petrolíferas con sus ganancias disminuidas, lo que significaría el fin de la hegemonía económica de las Grandes Compañías.

Este generó una extraña situación, donde las compañías petrolíferas fundaban y financiaban organizaciones relacionadas con la ecología, incluidas Aspen Institute for Humanistic Studies, Nature Conservancy, Greenpeace, Sierra Club y otras para protestar por el uso pacífico de la energía nuclear. Estos grupos han recibido el apoyo de la Industria Petrolífera, sobre todo de Atlantic Richfield y BP ( antes denominada Compañía Petrolífera anglo-iraní, ahora utilizando la mercadotecnia para designarse con un nuevo nombre, “Beyond Petroleum”. Recuerde que BP es responsable del peor desastre ambiente de todos los últimos tiempo, por el vertido de petróleo del año pasado en el Golfo de México.

La lógica de las grandes compañías petrolíferas ha sido la frenar la expansión de una energía nuclear limpia y mantener el uso del petróleo, una energía sucia.

El movimiento antinuclear de los años 1960, hizo un pacto del diablo con la Industria Petrolífera ( como ya habían hecho los científicos altruistas con el Pentágono en los años 1930), ayudando de forma inadvertida al diablo del petróleo. Su lógica posiblemente fuera: más vale diablo conocido que diablo por conocer.

Aunque oficialmente el Gobierno estadounidense promoviera la energía nuclear, desde el principio el objetivo era mantener el monopolio de la tecnología (el Plan Baruch de 1946) por la Agencia Internacional de la Energía Atómica (OIEA, 1957), una institución de tipo neocolonial dominada por los Estados Unidos.

Pera las Compañías Petrolíferas, antes que impedir a los países la construcción de bombas nucleares – objetivo del Tratado de no proliferación nuclear (NPT, 1970) – , su finalidad era limitar el uso civil de la energía nuclear. Considerando los movimientos antinucleares en ciernes y el hecho de que las Compañías Petrolíferas pusieran un lazo al cuello del Gobierno estadounidense, esto ha producido que la Industria Nuclear no haya ampliado sus ventas tanto en el país como en el resto del mundo.

El período posterior al embargo del petróleo por parte de la OPEP en 1973, cuando el mundo árabe intentó utilizar su riqueza en petróleo para obligar a Israel a firmar finalmente la paz, fue una apuesta arriesgada, ya que muchos países optaron por la energía nuclear dado el alto costo del petróleo. Las Compañías Petrolíferas y el movimiento antinuclear tuvieron éxito en parar el desarrollo nuclear (el movimiento por la paz, ay, no tiene éxito en eliminar las armas nucleares).

En Estados Unidos ningún nuevo reactor nuclear ha solicitado su construcción y los proyectos nucleares fueron clausurados después de 1979. Los proyectos de Brasil y Alemania, con escasez de petróleo, emprendieron programas nucleares en los años 1970 que fueron también anulados. El primer ministro paquistaní Zulfikar Ali Bhutto planeaba iniciar un programa nuclear, pero fue derrocado por un golpe de estado con el visto bueno de Estados Unidos en 1977, por situarse demasiado cerca de la Unión Soviética, y el general que le sucedió anuló los proyectos de Bhuttto.

Irán comenzó un programa de energía nuclear a mediados de los años 1970, junto con Francia y Alemania; sin embargo, el Sha se hizo demasiado independiente, usando los petrodólares para el desarrollo local, más que para financiar el déficit comercial estadounidense. Cuando Jomeini se hizo con el poder en Irán, el Sha escribía desde el exilio: “Los americanos me quisieron echar”, y el programa nuclear fue aplazado.

En cuanto al coro creciente que aboga por las energías renovables, que no tienen los peligros de almacenaje a largo plazo de la energía nuclear, las compañías petrolíferas (sobre todo BP y Shell) se presentan a la vanguardia de la investigación y compran gran cantidad de patentes para su desarrollo, lo que permitiría una transición controlado a la energía procedente del petróleo, si fuera necesario, pero todavía estaría la energía en sus manos.

Entonces, según esta visión, las Compañías Petrolíferas merecen una débil alabanza, por desalentar la proliferación de la energía nuclear pacífica, aunque sus motivaciones no fuesen nada puras. Sólo Japón y Francia, que tenían gran escasez de energía procedente de los hidrocarburos, producen la mayoría de su electricidad a partir de la energía nuclear. Francia tiene el aire más limpio de toda Europa, la electricidad más barata, no teniendo ningún registro de desastre nuclear.

Es cierto que la visión que se tiene de la energía nuclear es negativa todavía. Culminó en un pacto del diablo, como escribe Richard Falk: “vendimos el mundo a los no-nucleares: deje una opción a la energía nuclear, obteniendo a cambio un número ilimitado de aprobados en favor de este tipo de energía”. El Tratado de no Proliferación Nuclear incluso proponía el desarme completo de todas las potencias nucleares existentes, pero esta fue la promesa del diablo.

La OIEA y el Tratado de no Proliferación Nuclear fueron utilizados para intimidar a las naciones en el cumplimiento de la agenda mezquina de Occidente, no produciéndose ningún desarme de los grandes países. En cambio, Estados Unidos y Rusia comenzaron el “control de armas”, que consiste en ver la manera de mejorar sus armas de destrucción masiva. Incluso esta minucia sólo fue posible después de que el presidente de los Estados Unidos, Barack Obama, sobornase al Senado aumentando en 80 mil millones de dólares el presupuesto nuclear del Pentágono.

Todavía queda un argumento sobre la energía nuclear. Cuando usted necesita un martillo, el martillo es lo más apropiado para usar. Para una nave espacial o un submarino, los riesgos implicados pueden justificar su uso. Pero el uso desenfrenado de la energía nuclear para promover simplemente el crecimiento económico no está justificado. Y la construcción de plantas nucleares en fallas es la mayor locura. Además, es una gran hipocresía por parte de Estados Unidos el controlar el uso de la tecnología nuclear y mantener su propia arsenal de armas nucleares.

Mientras tanto podemos agradecer a las Compañías Petrolíferas y sus cómplices gubernamentales involuntarios el retraso en la implantación de la energía nuclear. Las Compañías Petrolíferas son mucho más asesinas que la Industria Nuclear, tanto directamente debido a la contaminación masiva, como por las guerras para acaparar el petróleo, trayendo como consecuencia un calentamiento global. Las venganza de la naturaleza por las actividades de las Compañías Petrolíferas será mucho más letal que el uso de la energía nuclear con fines pacíficos.

La lección del terremoto de Japón es que no hay ningún tipo de energía mágica. Las gigantescas turbinas movidas por el viento y las granjas solares crean sus propios problemas ambientales y políticos. Con el aumento de los precios del petróleo y la tragedia de Japón, las Compañías Petrolíferas se regodean, recordándonos que debemos violar en lo mínimo posible las leyes de la naturaleza. El demonio que usted conoce y los que usted no sabe todavía que son demonios.

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Canadian Eric Walberg is known worldwide as a journalist specializing in the Middle East, Central Asia and Russia. A graduate of University of Toronto and Cambridge in economics, he has been writing on East-West relations since the 1980s.

He has lived in both the Soviet Union and Russia, and then Uzbekistan, as a UN adviser, writer, translator and lecturer. Presently a writer for the foremost Cairo newspaper, Al Ahram, he is also a regular contributor to Counterpunch, Dissident Voice, Global Research, Al-Jazeerah and Turkish Weekly, and is a commentator on Voice of the Cape radio.

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